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Diferencia entre revisiones de «EL lenguaje de las abejas»

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A su vez, tienen muy perfeccionado el sistema de emisión de señales visuales, como veremos más adelante, pero son las señales químicas la clave para su desarrollo y supervivencia. La más simple de éstas es la emisión de veneno como señal de alerta para iniciar una ofensiva ante la amenaza de cualquier intruso. Las señales químicas más complejas son las feromonas emitidas por la reina, no sólo como orientación-atracción del/los macho/os en el vuelo nupcial, sino también dentro de la colmena, impregnar a todos los individuos para darles identidad olfativa sobre a qué colonia, y no otra, pertenecen y no sufrir errores de “domicilio” al volver de recolectar alimento.
 
A su vez, tienen muy perfeccionado el sistema de emisión de señales visuales, como veremos más adelante, pero son las señales químicas la clave para su desarrollo y supervivencia. La más simple de éstas es la emisión de veneno como señal de alerta para iniciar una ofensiva ante la amenaza de cualquier intruso. Las señales químicas más complejas son las feromonas emitidas por la reina, no sólo como orientación-atracción del/los macho/os en el vuelo nupcial, sino también dentro de la colmena, impregnar a todos los individuos para darles identidad olfativa sobre a qué colonia, y no otra, pertenecen y no sufrir errores de “domicilio” al volver de recolectar alimento.
  
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Estas hormonas, al parecer, también influyen en el desarrollo fisiológico de las obreras. Es más, se especula en que sobre estas feromonas se sustenta un “espíritu grupal” que sería, a nivel zoológico, el responsable de la conducta conjunta y, en consecuencia el sobrevivir, de todo el enjambre. En la práctica, cuando muere la reina, la probabilidad de recuperar la colmena no llega al 50%, pese a los esfuerzos del apicultor en aplicar todas las técnicas recomendadas, incluida la introducción de otra reina.
 
Estas hormonas, al parecer, también influyen en el desarrollo fisiológico de las obreras. Es más, se especula en que sobre estas feromonas se sustenta un “espíritu grupal” que sería, a nivel zoológico, el responsable de la conducta conjunta y, en consecuencia el sobrevivir, de todo el enjambre. En la práctica, cuando muere la reina, la probabilidad de recuperar la colmena no llega al 50%, pese a los esfuerzos del apicultor en aplicar todas las técnicas recomendadas, incluida la introducción de otra reina.

Revisión del 16:10 22 may 2013

El interés del hombre por el mundo de las abejas se pierde en la noche de los tiempos, no sólo por los productos y beneficios que ha obtenido de ellas, sino por su atractiva y modélica sociedad, con muchos enigmas por descifrar, todavía, por ciencia actual.

Estos insectos emplean varios tipos de señales de comunicación. Así, por ejemplo, las acústicas, cuando son de una determinada frecuencia, indican que acecha un peligro al enjambre, mientras otras como los zumbidos de sus alas indican, por ejemplo, que su madre ha muerto y decimos que la colmena ha quedado huérfana, es decir sin reina. Otros tipos de zumbidos los utilizan para indicar al enjambre el camino a seguir en los desplazamientos sin alzar el vuelo.

A su vez, tienen muy perfeccionado el sistema de emisión de señales visuales, como veremos más adelante, pero son las señales químicas la clave para su desarrollo y supervivencia. La más simple de éstas es la emisión de veneno como señal de alerta para iniciar una ofensiva ante la amenaza de cualquier intruso. Las señales químicas más complejas son las feromonas emitidas por la reina, no sólo como orientación-atracción del/los macho/os en el vuelo nupcial, sino también dentro de la colmena, impregnar a todos los individuos para darles identidad olfativa sobre a qué colonia, y no otra, pertenecen y no sufrir errores de “domicilio” al volver de recolectar alimento.

Dos Abejas Bebiendo Agua.jpg

Estas hormonas, al parecer, también influyen en el desarrollo fisiológico de las obreras. Es más, se especula en que sobre estas feromonas se sustenta un “espíritu grupal” que sería, a nivel zoológico, el responsable de la conducta conjunta y, en consecuencia el sobrevivir, de todo el enjambre. En la práctica, cuando muere la reina, la probabilidad de recuperar la colmena no llega al 50%, pese a los esfuerzos del apicultor en aplicar todas las técnicas recomendadas, incluida la introducción de otra reina.

Aristóteles, 350 años a.C. ya se interesó por estos insectos. Fue el primer humano en percatarse -y dejarnos escrito- que existía una abeja diferente a todas las demás y era única. La llamó rey y pensó que sobre él recaía el poder de gobernar al enjambre. Más tarde, se descubrió que era hembra y que su misión era simplemente reproductora, pues no regentaba ningún tipo de poder. Los apicultores franceses, suelen llamarle la mère (la madre) con mucho más acierto. En muchos pueblos, de habla catalana, es frecuente llamarla también la mare o la mareta.

Un gran paso en el conocimiento de las abejas, lo debemos al zoólogo austríaco Karl von Frisch. A caballo entre Viena y Múnich, estudió y se formó en zoología recibiendo en 1973 el Premio Nobel en Fisiología y Medicina. En su larga vida, de 96 años, realizó trabajos sin igual en el mundo de las abejas, descubriendo la banda de frecuencias del espectro de luz visible a sus ojos, la elevada sensibilidad al sabor dulce, o la indiferencia frente al sabor amargo, o la orientación mediante su sistema de captación de luz polarizada. Pero fue con elementos tan simples como varios recortes de cartulinas de colores y unos pequeños recipientes, que sólo contenían agua azucarada, lo que le ayudó a determinar y entender el original sistema de comunicación o “lenguaje de las abejas”.