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Tárraco

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TÁRRACO

El 28 de septiembre de 2009 comenzaba nuestra andadura por la Universidad de Mayores, éramos los novatos del curso 2009-2010. Nuestro bautismo universitario coincidía con la reciente inauguración del edificio del Paraninfo en el Campus universitario de Castellón. El salón está dotado de una caja escénica y tiene una capacidad para 655 espectadores. Su estructura permite disfrutar de actividades de ópera, danza, teatro, música, cine, conciertos, exposiciones y actos académicos, como el que acogió a los Sénior en la inauguración del curso.


Aproximándonos al final de curso, los 110 estudiantes (1º A y 1º B), acompañados por nuestra profesora de la asignatura de Actividades de Dinamización Socio-Cultural, Pili Escuder, de la Secretaria Mari Paz y del becario Ximo, salimos la mañana del 27 de Abril de 2010 desde el Ágora hacia Tárraco, primera ciudad fundada en Hispania por los romanos.


El viaje en autobús por la autopista discurrió con toda normalidad hasta llegar a Amposta, ciudad en la que el rio Ebro desemboca en el Mar Mediterráneo formando un delta. En ese punto kilométrico una ligera niebla invadió la carretera, sumergiéndonos en un viaje temporal, haciéndonos retroceder, mentalmente, más de veinte siglos. Poco a poco, la niebla se disipó, apareciendo un sol espléndido a la vez que delante de nuestros ojos se mostraba un monumento de construcción excepcional, las Murallas de Tárraco, esa gran obra defensiva realizada por los romanos en la Península Ibérica.

En la Vía de l’Imperi Romà delante del Arco del Roser, que da acceso al casco antiguo y al Paseo Arqueológico, nos estaban esperando unas compañeras de la Universitat Rovira i Virgili, que nos guiaron y acompañaron toda la mañana, enseñándonos paso a paso todo lo referente a la antigua Tárraco. Para poder atender mejor las explicaciones durante el recorrido por la urbe, fuimos divididos en dos grupos.

Lucia, nuestra guía, comenzó su disertación sobre el nacimiento de la ciudad. En el marco de la segunda Guerra Púnica, allí por el año 218, el ejército romano de los hermanos Escipiones desembarcó en la costa mediterránea al norte del rio Ebro, estableciendo un campamento militar. Este primer asentamiento romano se encontraba muy próximo a un oppidum ibérico, fundado a finales del siglo V a.C. y con una situación estratégica al puerto. El lugar era el idóneo dado que se encontraba solo a 10 días de distancia por mar a Roma, por lo que las noticias llegaban rápidamente a la capital del Imperio.

Se supone que para proteger la guarnición militar, lo primero que construyeron fue una simple empalizada de madera. Después de establecerse en el lugar, entre los años 217 y 197 a.C. surgió la necesidad de fortalecer las defensas y se levantó la primera muralla de piedra, con muros perimetrales de 6 metros de altura por 4,5 metros de grosor. Esta fortificación se convirtió rápidamente en punto de entrada para la llegada de refuerzos desde Roma.

Entre los años 150 a 125 a.C., la segunda fase de la muralla se transformó; pasó de ser un elemento defensivo a delimitar el espacio que ocupaba la ciudad. La altura de sus muros llegó a los 11 metros. En algunos sillares almohadillados de la muralla se aprecian visiblemente distintas marcas realizadas por los picapedreros, en abecedario íbero, lo que denota la participación de los pobladores indígenas en la construcción del muro, bajo la dirección de los ingenieros militares romanos.

Entre la Muralla romana y la del periodo medieval, o barrio judío, construida en los siglos XVI y XVII reforzada con bastiones y cañones del siglo XVIII, se encuentra el sector del Paseo Arqueológico. El corredor conserva más de 1.300 metros de muralla romana, en buenas condiciones, y tres torres de defensa, la de Minerva o de San Magín que tiene un interés especial porque en ella se labraron una serie de cabezas, actualmente muy deterioradas, y las del Arquebisbe y Cabiscol.

El Paseo Arqueológico ofrece excelentes vistas del barrio antiguo, así como de la zona portuaria y de la ciudad moderna e infinidad de restos de columnas y sarcófagos. Este histórico recorrido está amenizado por la estatua de Augusto, donada a la ciudad por Benito Mussolini en el año 1934, una característica de este monumento es que está descalzo, signo indicativo de que el emperador era divus. Unos metros más adelante está la Loba Capitolina, que amamantó a Rómulo y Remo (copia fiel de la que se exhibe en el Museo de Roma) donada a la ciudad de Tarragona por la empresa Ceratonia en el año 1965; hay que comentar que el primer día del año 2009 unos desconocidos robaron las figuras infantiles de los gemelos sin que hasta la fecha se hayan podido recuperar.

No pudiendo acceder a la sala donde se encontraba la maqueta de la ciudad, debido a la cantidad de estudiantes que estaban esperando para verla, Lucia, nuestra guía nos mostró una lámina en la que se reflejaba el urbanismo de Tárraco delimitado por la Muralla romana y de cómo la ciudad estaba estructurada, desde lo alto de la colina hasta el puerto, en tres terrazas, la Superior, la Media y la Inferior.

En la terraza Inferior se situaba el Foro de la ciudad, un espacio porticado en el que estaba la basílica, un templo y el Teatro, realizado en la época de Augusto y destruido a causa de un incendio en el siglo III. En la parte baja de la ciudad se hallaba un gran conjunto termal. Todos estos edificios se rodeaban de viviendas, que estaban diseminadas por las terrazas Media e Inferior, siguiendo un trazado ortogonal.

En la terraza Superior se construyó un gran complejo arquitectónico destinado a ser el centro religioso, político y administrativo de la Hispania Citerior: el Foro provincial. Estaba formado por dos grandes plazas, situadas a diferentes niveles; en la parte baja se incluía el Circo. La plaza del nivel superior estaba destinada como recinto de culto a Júpiter.

Durante el siglo II la ciudad llegó a su máxima expresión gracias a la construcción del último de sus grandes edificios de entretenimiento, el Anfiteatro que estaba situado fuera del recinto urbano, junto al mar. Para acceder al Anfiteatro se podía salir del recinto amurallado de la ciudad por la puerta de la fachada principal del circo de Tárraco que corría paralela a la Vía Augusta, principal arteria de la ciudad.

El Anfiteatro se construyó para la diversión de los ciudadanos., tenía una capacidad para 14.000 espectadores y estaba cubierto con velas de colores, para evitar los rayos estivales del Sol. Su forma elíptica de 130x102 metros describe un área central donde se desarrollaban los juegos. En su construcción se aprovechó el desnivel de la roca natural para asentar parte de la cávea.

Esta zona presentaba unas galerías subterráneas llamadas fossae que se cruzaban en el centro de la arena. Servían para las estancias de los gladiadores y también estaba ubicado el montacargas con el que subían los escenarios y a las fieras traídas por mar desde África. La cávea estaba dividida en tres sectores diferentes y separados entre sí por pasadizos y pequeños muros que permitían la distribución y ordenación jerárquica de los espectadores según la importancia de su estatus social.

La entrada era gratuita para cives, peregrinis y esclavos. En las primeras gradas se colocaban los patricios, seguidos de los plebeyos, en las siguientes, hacia arriba, los esclavos y por último en las gradas superiores las mujeres, ya que éstas eran libres para visitar los lugares públicos, pero no para sentarse junto a sus esposos; eran tratadas siempre como menores de edad.

En la arena del circo se celebraban dos tipos de espectáculos, las luchas entre gladiadores y hombres contra animales salvajes.

Los gladiadores eran habitualmente esclavos, prisioneros de guerra o condenados por algún delito grave. Las luchas en el circo les daban la oportunidad de conseguir su libertad, la fama y en muchas ocasiones una considerable posición económica, nada que ver con lo que el cine nos ha mostrado en películas, como la de Espartaco o Gladiator, en las que los luchadores morían. Los gladiadores entrenaban en la Ludi, cuyos propietarios eran los Lanistae (mezcla de mánager y entrenador). Cuentan las crónicas que los gladiadores ingerían una dieta vegetariana rica en proteínas y legumbres, con las que alcanzaban una gran masa muscular y corpulencia, lo que les hacia ser muy deseados por las mujeres romanas, símil a los jugadores actuales de futbol.

El Anfiteatro también fue el escenario de los primeros martirios a los cristianos tarraconenses, como el de Sant Fructuoso, antiguo obispo cristiano de Tárraco, y sus dos diáconos, St. Augurio y St. Eulogio, que fueron quemados vivos en este lugar durante la persecución decretada por los emperadores romanos Valeriano y Galerio. En la época visigoda se construyó justo en el mismo lugar del martirio, dentro del Anfiteatro, una basílica paleocristiana, para rendir homenaje y culto al santo. Muy próxima a la primera basílica se construyó otra iglesia románica que disponía de atrio.

Volviendo sobre nuestros pasos, hacia la parte alta, nos dirigimos hacia el Museo Arqueológico de Tarragona. Este museo cuenta con una de las mejores colecciones del periodo romano español distribuido en 5 salas: