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Los judíos en España. El Esplendor de Sefarad

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Los judíos en España. El Esplendor de Sefarad

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«Mosaico secular de culturas, la Península Ibérica guarda entre su valioso legado colectivo la huella que dejó la vida cotidiana de los viejos judíos españoles, expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Costumbres, mitos y laberínticos trazados urbanos conforman esa singular herencia, cuyos vestigios se pueden aún rastrear entre umbrías callejas y sinagogas hoy reconvertidas en iglesias o museos. No solamente eran unas comunidades minúsculas, sino auténticos gobiernos autónomos: las aljamas. En ellas contaban con sus rabinos, cementerios, baños rituales, carnicerías, hornos comunitarios, tribunales y hasta con hospitales para peregrinos y pobres»


                                             Al hablar de un pueblo, hemos de exponer las potencias
                                             en que su espíritu se particulariza
                                                                      Georg Wilhelm Friedrich Hegel


Introducción

La finalidad de este trabajo de investigación, no es otra que el logro de dar una visión de la España medieval focalizada en la coexistencia durante siglos de tres religiones y tres culturas distintas entre sí, tres pueblos, los cristianos, los musulmanes y los judíos, la España medieval ofrece una serie de rasgos singulares, que la diferencian con respecto a la mayor parte de los países de Europa. Es cierto que hubo comunidades judías en la mayoría de países de la cristiandad europea, pero la presencia de musulmanes no se dio ni en Alemania, ni en Inglaterra, ni siquiera en la vecina Francia aunque sí que el islam intentó en las primeras décadas del siglo VIII, ocupar la parte sur de Francia, siendo derrotados por los francos, en la batalla de Poitiers (732) situación que les obligó a abandonar los citados territorios. Solo en España por tanto, se da la circunstancia de la convivencia de los tres pueblos, con diferentes costumbres, religiones y culturas. Durante muchos años la historia nos ha sido narrada desde un punto de vista de la preponderancia de los cristianos, considerados como auténticos españoles, mientras que musulmanes y judíos eran vistos como personas ajenas, a las que había que expulsar de España lo antes posible, es de justicia que esta focalización de la historia se haya ido cambiando desde hace tiempo, el eminente filólogo Marcelino Menéndez Pelayo denominó a Umar ibn Hafsum dirigente de una revuelta muladí en tierras de Al-Ándalus en el siglo IX, nada menos que como ¨el Pelayo de Andalucía¨ el historiador decimonónico Francisco Javier Simonet, que concebía a los mozárabes como españoles que subyugados por la morisma conservaron durante siglos la religión, el espíritu nacional y la cultura de la antigua España romano-visigoda y cristiana. La tradición española se identificaba con la comunidad cristiana.

Esta estructura de pensamiento entra en contradicción con lo expresado por Alfonso X el Sabio en su Estoria de España afirmando que en la historia de nuestro país habían participado tanto cristianos, como musulmanes y los judíos, por tanto los reyes cristianos del Medievo aceptaban a las gentes de otras religiones, no solo como súbditos sino como parte integrante del presente. La influencia en la cultura debida a la coexistencia de las tres sociedades musulmana, cristiana y judía se ha demostrado de forma muy significativa, uno de los más prestigiosos estudiosos de la España musulmana Pierre Guichard, profesor de la Universidad de Lyon afirma que no hubo absorción y asimilación de los orientales por los hispano-visigodos sino más bien a la inversa, en el Al-Ándalus funcionaron aspectos como la endogamia, la fuerza de la tribu y del clan, la poligamia y el papel privilegiado de la masculinidad, puntos de vista semejantes han sido defendidos por Thomas F. Glick en su libro Cristianos y musulmanes en la España medieval (711-1250).

Es cierto que los primeros en llegar a España fueron los judíos aunque la información de que disponemos de la época romana es escasa, se sabe que los últimos monarcas visigodos tomaron medidas muy duras contra ellos, el giro más importante se produce a partir del siglo VIII con la invasión musulmana, es evidente que durante el primer Califato hubo una confluencia de las tres religiones, al mismo tiempo hay que recordar que fueron los musulmanes quienes introdujeron en el ámbito hispano las obras y la filosofía de los autores grecolatinos y que serian decisivas en el futuro de la ciencia en Europa. Es a partir del siglo XI cuando los cristianos empiezan a recuperar tierras hacia el sur, pero los reyes cristianos, se mostraron muy tolerantes tanto con musulmanes como con judíos, contrario a lo que sucedía en Europa, con la puesta en marcha de las Cruzadas, un ejemplo lo tenemos en la fundación de la Escuela de Traductores a comienzo del siglo XII en Toledo, demuestra el grado de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, es a partir del siglo XIV en que se produce una creciente hostilidad hacia los judíos y que sufrieron también los musulmanes, situación ésta que desembocó a finales del siglo XV, con la expulsión de los judíos y a continuación de los islamitas, salvo que unos y otros aceptaran el bautismo.

Hemos de recordar las palabras de Juan Pablo II, del 30 de Abril de 1991 en una audiencia de cristianos, musulmanes y judíos: Se sabe que los judíos, los cristianos y los musulmanes provienen de diferentes tradiciones religiosas pero que están muy relacionados entre sí. De hecho todos los creyentes de esas religiones remontan sus creencias a Abraham por quien sienten un profundo respeto, aunque de diferente manera. Si no existe paz entre ellas ¿Cómo puede hallarse armonía en la sociedad? De los creyentes, de los representantes de la religión, de las personas que han pasado tantos años de su vida meditando sobre los libros sagrados, el mundo espera la paz.

                                                                                                                 Castellón, diciembre de 2012


Los orígenes bíblicos de Sefarad

Sefarad es el nombre hebreo de España. La mención más antigua de este nombre aparece en el texto del profeta Abdías siendo ésta una de las citas bíblicas y posteriormente éste será el nombre que a España reservarán los autores judíos y de él tomarán el suyo los sefardíes, judíos españoles o de origen hispánico. Desde nuestros historiadores del Renacimiento la presencia judía en España se podía remontar al primer capítulo prestigioso de nuestra historia a aquel que las fuentes literarias clásicas relacionaban con el mítico nombre de Tarteso, ya citado por Herodoto (padre de la Historiografía occidental) se basaba en la identificación entre dicho corónimo de raíz griega y la Tarsis citada en varios textos bíblicos, comenzando por el conocido Reyes I, 10, 22. Pasaje de la crónica real israelita donde se cuenta la conjunción de esfuerzos acordada por el rey Salomón (961-922 a. C) y su contemporáneo el soberano de Tiro, Jirán (969-936 a. C) para construir y armar una flota de altura capaz de comerciar con el muy lejano y exótico país de Tarsis.

Trilingue Biblico Universidad de Salamanca
Negueb Tierras biblicas Sur de Jerusalen Norte de Egipto


De todas formas si fuera cierta la identificación de Sefarad con España en la profecía de Abdías cabría deducir ya desde entonces la existencia de comunidades judías en la Península, pero no sólo no es cierta (Garcia Iglesias, 1978, p.36) sino que cabe presentar como seguro que la Sefarad bíblica hace referencia por testimonios epigráficos a la ciudad asiática de Sardes. Es por ello que no se puede utilizar el texto de Abdías como argumento a favor. El primer autor que tradujo Sefarad por España fue Jonatán ben Uziel, discípulo del célebre rabino Hillel del siglo I d. C en plena época romana y a partir de él se puede decir que toda la literatura hebraica postbiblica atribuya a España el nombre de Sefarad.

También tenemos otra referencia bíblica en el libro del profeta Jonás (1, 1-3) tras recibir la orden de Dios de marchar a Nínive para predicar el arrepentimiento a los enemigos históricos de Israel, Jonás decidió desobedecer y que puesto a huir de los designios divinos pensó en marchar por barco a la lejana Tarsis en la Península Ibérica relacionada con la colonización fenicia. Las curiosas noticias que las narrativas bíblicas nos proporcionan sobre el comercio de los fenicios y los israelitas se han utilizado con frecuencia como prueba para demostrar la antigüedad de las actividades mercantiles fenicias anteriores al momento en que la arqueología permite remontarlas, los pasajes referentes a Tarsis han sido esgrimidos en este sentido respecto al comercio fenicio en el Mediterráneo occidental. Muchos autores han admitido la identificación de la Tarsis bíblica y el mítico Tartessos, la civilización meridional hispánica que la arqueología revela cada vez con más fuerza y claridad (admiten la identidad A. Shulten, J. Chocomeli, A. Garcia Bellido y J. Maluquer de Motes). Sin embargo R. Barnett o J. Arce no lo consideran probable.

Al margen de la presunta identidad de Tarsis y Tartessos nada clara y de la fundación de Cádiz (Gadir) por los fenicios hacia 1100 a. C podemos afirmar como seguro la presencia antiquísima de los fenicios en España y que los hebreos colaboraron en la empresa colonizadora y que a fines del segundo milenio las rutas mercantiles de occidente habían sido abiertas por los fenicios y que nada se opone a que las naves del rey Salomón llegaran hasta nuestras costas. (Garcia Iglesias, 1978, p.34).


Llegada y establecimiento de los judíos en Hispania

La presencia de los hebreos en tierras hispanas data según los indicios, de la Diáspora que se puso en marcha poco tiempo después de la destrucción por orden del emperador romano Tito, del segundo templo de Jerusalén (70 d. C), hemos de hacer mención que para que no pesara la acusación de ¨deicidas¨ sobre los judíos en tanto que ¨asesinos de Jesucristo¨ algunos judíos asentados en tierras de Hispania, manifestaron en tiempos medievales que sus antepasados habían llegado a la península Ibérica, bastante tiempo antes del nacimiento de Cristo, esta opinión de todas formas no está fundada en ningún conocimiento sólido. Cabe así mismo la posibilidad de que llegaran judíos a la Península a raíz de las conquistas de Pompeyo y desde luego debido a las dos importantes guerras judaicas de épocas de Vespasiano y Adriano, éstas debieron influir en gran manera en la dispersión de judíos por Occidente, las fuentes literarias, los escritos de San Pablo (Oracula Sibillyna, Estrabón, Flavio Josefo. La I carta de San Pablo a los romanos) y la arqueología así lo atestiguan.

De los primeros tiempos de presencia judía en España, se ha conservado una inscripción funeraria relativa al pueblo judío en la localidad de Abdera (Adra), esta inscripción data del siglo III. En el concilio de Iliberis celebrado entre los años 303 y 309 se hizo referencia a comunidades judías existentes en localidades de Ávila, Asturica Augusta (Astorga) y Emérita Augusta (Mérida).

Según Garcia Iglesias (1978, p.38) el escollo de la explicación sobre la procedencia de los hebreos en la Península no es el dilucidar si era en tan primitiva época, sino en la continuidad en los hipotéticos asentamientos citados y los conocidos en épocas posteriores, pues es difícil suponer a una comunidad israelita peninsular que desvinculada de Palestina, no acabara perdiendo su identidad. De cualquier manera cuando los romanos llegaron a la Península Ibérica ya habían comunidades judías aquí, los hechos narrados en los libros de los Macabeos (siglo II a. C) (I Macabeos, 8-3) lo atestiguan. Las más antiguas menciones de judíos en la Península nos conducen a la época del Imperio Romano.

Los dos siglos anteriores al comienzo de nuestra era, fueron esenciales para el desarrollo ulterior de España, en este tiempo la Península se convirtió en la clave de un enfrentamiento mediterráneo, el que tuvo lugar con motivo de las guerras púnicas que enfrentaron a Roma y Cartago y que cambiaron la historia del mundo. Vencida Cartago estratégicamente desde el momento en que el genial Escipión captó que la clave de la lucha era Hispania, Roma emergió como una gran potencia llamada a regir los destinos del mundo conocido durante más de quinientos años.

Guerras púnicas Roma y Cartago

El papel que desempeñaron los judíos en aquella contienda no está documentado pero es muy probable que fuera muy interesante, cabe preguntarse a quién apoyaron los judíos a Roma o a Cartago, lo ignoramos pero lo que sí es cierto es que finalizada la guerra los judíos continuaron en Hispania bajo la República romana a diferencia de los cartagineses demostrable con la extensa cantidad de colonias judías, por citar algunas de las más importantes, Livia (la actual Llivia), Emporiae (Ampurias), Iluro (Mataró), Barcino (Barcelona), Tarragona, Dertosa (Tortosa), Ebussus (Ibiza), Maiorca (Mallorca), Saetabis (Játiva), Carthago Nova (Cartagena), Abdera (Adra), Iliberris (Granada), Malaca (Málaga), Gades (Cádiz), Nabrissa (Lebrija), Híspalis (Sevilla), Ilipa (Alcalá del Rio), Carmo (Carmona), o Corduba (Córdoba) a estos nombres habría que añadir fuera de Levante, de las Baleares y de Andalucía lugares como Mérida, Segóbriga o Asturica Augusta (Astorga), los judíos llevaban asentados en la Península ibérica siglos, más que los romanos y en apariencia no existían problemas de convivencia con los habitantes de Hispania, impregnada ya de la cultura clásica y de manera creciente por una fe que había surgido en el seno del judaísmo es decir la fe cristiana.

El problema judío se plantea a partir de la situación social y religiosa de una sociedad concreta, helenístico romana la cual no tenía dudas sobre la cuestión de las relaciones entre hombre y Divinidad, las cuales eran materia de Derecho público y entraban dentro de los deberes del ciudadano, sin embargo la pérdida de fe en sus dioses, sustituida por corrientes místicas o por elucubraciones teosóficas, hizo a la sociedad más tolerante de hecho pero no de derecho. Se produjeron explosiones violentas de persecución, contra aquellos ciudadanos que abrazaban una nueva religión, poco acorde con las normas oficiales, pero el problema se planteó bajo un nuevo prisma, cuando Roma se tuvo que enfrentar con el judaísmo (63 a. de C.), religión de un Dios personal y trascendente, único y omnipotente que reclamaba a sus fieles una entrega total y sin condiciones y excepto a un periodo de tiempo posterior a la sublevación de Bar Kochbá (135 d. C.) reconoció a la sinagoga un estatuto de religión lícita, por el contrario, los cristianos no lograron esta libertad ni este estatuto, dado que no constituían una comunidad nacional, la ruptura coincidió con el reinado de Nerón cuya esposa Popea tenía simpatías por la religión judaica, las persecuciones fueron un hecho y el Estado romano se encontró ante el dilema de destruir al cristianismo o intentar asimilarlo, los cristianos sostenían una doctrina contraria a la res pública, la religión no puede ser regulada por el Derecho público, la Iglesia que fue la forma de comunidad abierta y no nacional que los cristianos adoptaron se hizo tan fuerte, que no le quedó al Imperio romano otra alternativa que procurar asimilarla.

El siglo IV tuvo una enorme trascendencia en Europa y en el mundo conocido, el cristianismo emergió con fuerza y fue considerado por el emperador Constantino el aglutinador necesario para mantener la consistencia de Roma. De forma clara y fehaciente, el primer documento que nos da a conocer la existencia de los judíos en España es el acta del Concilio de Elvira (Granada), en el mismo se refleja que fueron convocados al Concilio diecinueve obispos, veinticuatro presbíteros y un considerable número de diáconos y aun laicos para tratar de asegurar la ortodoxia católica frente al doble problema de la gentilidad y la herejía.

Cánones del Concilio de Elvira
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A través de los cánones del Concilio de Elvira, se constata la presencia y el arraigo de las comunidades judías, en dichas actas se analiza la situación de los judíos, a los que se ve como un factor perturbador para los cristianos, por su importancia numérica y económica, siendo necesaria la intervención de la Iglesia para prohibir alguna forma de relación entre ellos.

Cuatro son los cánones que se refieren expresamente a los judíos, 16, 49, 50 y 78, el primero, prohíbe la unión matrimonial entre mujeres judías y hombres cristianos, es curioso observar que esta prohibición afectaba solo a mujeres y no a hombres judíos, el canon 49 prohibía que los judíos bendijeran los frutos de las tierras propiedad de cristianos, la sanción era la excomunión perpetua, el canon 50 prohíbe que cristianos y judíos se sienten a una misma mesa y el ultimo el 78 hace referencia al adulterio de cristiano con mujer judía, sancionándolo con la excomunión por cinco años.

Por lo tanto a inicios del siglo IV los judíos que residen en Hispania, son una comunidad pequeña pero muy extendida, que se mantiene separada de la cristiana, sin embargo las relaciones debían ser más de cercanía que de enconamiento. La situación de convivencia más que tolerable, en un Imperio en el que las diferentes culturas estaban insertadas en una raíz común de la clásica y en el que las religiones podían convivir a pesar de la creciente influencia del cristianismo, se iba a ver alterada con la llegada de una nueva etnia a España, una etnia que llevaba siglos de intentos de conquistar el Imperio y que había acabado irrumpiendo en su seno aniquilándolo.


Los judíos en la España visigoda

Las invasiones bárbaras de la Península se producen en un contexto de cambios significativos que se habían producido en el alto Imperio romano, uno de estos cambios a nivel socio político es el de la decadencia de las ciudades y la ruralización de la economía (Garcia Iglesias, 1978, p.83), el cristianismo se fue afianzando como religión extensa en Hispania y al final del siglo V era la Iglesia la que representaba el papel de aglutinante en la compleja sociedad hispánica de la época. Los judíos ante los cambios sociales y económicos producidos que habían despoblado las ciudades al tiempo que nacían grandes explotaciones agrícolas autosuficientes acabaron por cambiar su tradición urbana por el trabajo en el campo.

Busto del Emperador Constantino

Hay que decir que en el final del siglo V la mayor parte de la sociedad perteneciente a las capas más altas eran cristianos, de todas formas la presión anti judía era manifiesta, remontándose a los primeros emperadores cristianos, ya Constantino había prohibido a los judíos que tuviesen esclavos cristianos, la Carta de Constantino a las Iglesias de Oriente fue de hecho un ataque a los judíos, Constancio su sucesor prohibió que los judíos tuviesen esclavos paganos y Teodosio equiparó el matrimonio mixto con el delito de adulterio, de todas formas bajo el reinado de Teodosio los judíos gozaron de cierta tolerancia (Constitución Teodosiana, XVI, 8,9, año 393, recogida por André Piganiol, p.292), estas leyes afectaban a todo el Imperio y con la muerte de Teodosio la situación no cambió dado que la legislación era la misma para Oriente y Occidente.

Constitución Teodosiana
Breviario de Alarico II

La administración romana por tanto llevaba a cabo todas estas modificaciones legales no sabemos con qué urgencia, dado el problema de las invasiones de los barbaros, pero sí que demuestra una preocupación constante por el problema judío en Hispania, en el año 416 los visigodos se encontraban ya en Hispania como federados del Imperio, actuando a favor de los intereses del emperador Honorio, a cambio de expulsar del territorio a suevos, vándalos y alanos, recibían tierras en donde asentarse pero esta situación a la práctica implicaba la pérdida de control de grandes extensiones de territorio por parte del Imperio, este pueblo visigodo nada tenía que ver con el Derecho romano por lo que sus costumbres sociales no encajaban con el sistema romano. Las invasiones bárbaras influyeron como es lógico en las comunidades judías de forma directa al igual que al resto de habitantes de la Península, es más que probable que la irrupción de suevos, vándalos y alanos colapsara la actividad y los recursos en las explotaciones rurales especialmente en las zonas más afectadas por la invasión, la entrada de los visigodos coincide en el tiempo con un episodio no muy conocido, el de los judíos de Mahón, convertidos en masa al cristianismo, se sabe algo a través del documento de Severo de Menorca, refleja que la convivencia entre judíos y cristianos había sido pacifica hasta el momento la situación cambio con la llegada de un presbítero procedente de Jerusalén con unas reliquias relacionadas con Esteban el protomártir cristiano, la predicación del recién llegado acabó con un asalto a la sinagoga local, en las dos ciudades más importantes Magona (Mahón) y Iamona (Ciudadela) en esta última no existía comunidad judía, sea como fuese o bien por convencimiento o por sobrevivencia la conversión al cristianismo de Teodoro, doctor de la Ley, páter patrum de la sinagoga, defensor civitatis, provocó que se endureciera la actitud de cristianos frente a judíos.

El Imperio romano de Occidente desapareció en el año 476 d. de C. y el episodio comentado fue de todas formas aislado, de hecho con la llegada de los visigodos y la consolidación de su reino sobre los escombros del Imperio, siguió vigente el Derecho romano hasta que Alarico II encargó la compilación del Breviario o conjunto de leyes romanas tardías puestas al día con la incorporación de leyes germánicas. En la etapa en la que los visigodos profesaban el credo arriano, herejía del cristianismo condenada en el Concilio de Nicea (325) y Concilio de Constantinopla (381), los judíos asentados en Hispania gozaban de los derechos de ciudadanía, pero a partir de la conversión de los judíos al catolicismo en tiempos del monarca Recaredo (fin del siglo VI), la tolerancia hacia los hebreos desapareció. En el III Concilio de Toledo (589) se prohibió el matrimonio entre cristianos y judíos, a la vez que se impedía a los hebreos la ocupación de cargos públicos o de jurisdicción personal sobre los cristianos.

Reino visigodo año 569

En general, los judíos en la España visigoda fueron víctimas de disposiciones muy severas adoptadas contra ellos por las autoridades políticas, en el año 616 el monarca Sisebuto decretó que los judíos de su reino debían convertirse al cristianismo o en caso contrario debían irse de aquella tierra, la mitad aproximadamente se convirtieron a la fuerza y el resto marchó a la Galia, su sucesor Suintila modificó aquellas disposiciones pero a la inversa, mostrándose más benigno y tolerante hacia los judíos, esta situación experimento otro giro, con el reinado de Sisenando y con el reinado de Recesvinto el cual declaró que el judaísmo contaminaba el suelo del país, durante el reinado de Wamba sucesor de Recesvinto suavizó la política anti judía, pero esta situación duró poco tiempo, la época más dura fue a finales del siglo VII en el reinado de Ervigio, decretó que debían convertirse de forma forzosa al cristianismo todos los judíos del reino, ante estas duras medidas muchos judíos optaron por la emigración, trasladándose al norte de África, más tarde en el XVII Concilio de Toledo (694) en el reinado de Egica se acusó a los hebreos de conspiración, junto a los judíos que vivían el norte de África, para intentar poner fin a la monarquía visigoda. Así mismo en el citado reinado se ordenó separar a los niños judíos de siete años de sus padres, con la pretensión de que fueran educados en el cristianismo, la dureza de las leyes visigodas salvo periodos de cierta tranquilidad, fue para los judíos un tema que los llevo en unos casos a la conversión al cristianismo a la fuerza y en otros a la emigración. Hay que hacer mención