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Diferencia entre revisiones de «Viaje a Rumanía»

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(Paseando por la ciudad)
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Más tarde en una de las calles adyacentes dónde bares, restaurantes y cafés tenían puestas mesas en medio de las calles peatonales, tomamos una “comida-merienda-cena”, intentando pedir junto con los clásicos espagueti y ensaladas, algún plato de nombre misterioso para la sorpresa. A pesar del inicio de cansancio, decidimos luego pasear y  acercarnos entre otros lugares al Parlamento, edificio faraónico que ocupa una parte inmensa de la ciudad y que supimos más tarde se edificó derribando muchas viviendas e iglesias antiguas. A todo mandatario dictatorial le gusta dejar su sello en la piedra. Una multitud de casetas ocupaban la plaza, ofreciendo comida, suvenir, productos artesanales y un dulce delicioso que se repetía en todos los lugares que visitamos el Cozonac [http://es.wikipedia.org/wiki/Cozonac], aunque su nombre suele cambiar  en otros lugares y la elaboración del pastel también.
 
Más tarde en una de las calles adyacentes dónde bares, restaurantes y cafés tenían puestas mesas en medio de las calles peatonales, tomamos una “comida-merienda-cena”, intentando pedir junto con los clásicos espagueti y ensaladas, algún plato de nombre misterioso para la sorpresa. A pesar del inicio de cansancio, decidimos luego pasear y  acercarnos entre otros lugares al Parlamento, edificio faraónico que ocupa una parte inmensa de la ciudad y que supimos más tarde se edificó derribando muchas viviendas e iglesias antiguas. A todo mandatario dictatorial le gusta dejar su sello en la piedra. Una multitud de casetas ocupaban la plaza, ofreciendo comida, suvenir, productos artesanales y un dulce delicioso que se repetía en todos los lugares que visitamos el Cozonac [http://es.wikipedia.org/wiki/Cozonac], aunque su nombre suele cambiar  en otros lugares y la elaboración del pastel también.
Al día siguiente visitamos la ciudad, primero dando un paseo alrededor del hotel, y pudimos comprobar la gran religiosidad de la gente frente a las numerosas iglesias de rito ortodoxo. Acudió una guía ya mayor con una flor en el pelo, muy simpática aunque sus conocimientos fueran bastante limitados. Según nos contó estaba jubilada pero la pensión más bien escasa, necesitaba de una pequeña ayuda que le proporcionaba este empleo.
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Al día siguiente visitamos la ciudad, primero dando un paseo alrededor del hotel, y pudimos comprobar la gran religiosidad de la gente frente a las numerosas iglesias de rito ortodoxo. Acudió una guía, mayor y con una flor en el pelo, muy simpática aunque sus conocimientos fueran bastante limitados. Según nos contó estaba jubilada pero su pensión más bien escasa, necesitaba de una pequeña ayuda que le proporcionaba este empleo.

Revisión del 06:49 26 sep 2009


Finalmente había llegado el día de la salida hacia Rumanía. La furgoneta nos recogió en la madrugada del día 15 de septiembre a José Luis, Mari Carmen, Monique, Santiago, Consuelo, Pili y Roger. Listos para el largo camino, muy buen humor que no decayó ni solo día. El vuelo hacia este país que solo conocíamos a través de fotos, vídeos, fue tranquilo y sin incidentes destacados. Aterrizamos a la hora prevista en Bucarest. Recogimos el vehículo alquilado a través de internet. Si algunas veces nos pareció largo el trámite en España, allí se alargó mucho más, simplemente la percepción del tiempo puede cambiar de un lugar a otro… Ya de camino hacia la capital rumana, nos encontramos con un tráfico intenso pero que la pericia y paciencia de Roger, hicieron que fuera soportable. El recorrido hacia el hotel, situado en el centro, nos descubrió una ciudad con multitud de obras callejeras. Sí, ya sé que pensáis que también lo mismo ocurre en vuestra ciudad, pero aquí supone una “efervescencia” de personal con paso “tranquilo” y durante las 24 h del día. Sanear, reparar o reconstruir calles y edificios por toda la ciudad (y como hemos podido constatar luego, por todos los lugares en los que pasamos, carreteras, pueblos y ciudades) es y va a ser un trabajo de larga duración.

Bucarest

Se estaba preparando la ciudad para una gran fiesta de fin de semana en conmemoración al 550 centenario de su fundación.

Fundada en 1459, era entonces la capital de la Valaquia. Cuentan que el nombre de la ciudad proviene de Bucur, un pastor que se estableció en este lugar. Bucur significa alegría en rumano, de ahí que numerosos escritores nativos nombran a Bucarest la “Ciudad de la alegría”.

A pesar de sus calles levantadas, de sus viejos edificios en ruinas, es una ciudad agradable con anchas avenidas, villas de abolengo, edificios espléndidos, grandes plazas, parques frondosos y lagos. Está cruzada por el río Dâmboviţa con sus 40 puentes que según nos contaron, representan todas las regiones del país.

Nuestro alojamiento

El hotel Tania de pequeñas dimensiones, pero enteramente reformado, resultó agradable, el único problema carece de ascensor como muchos hoteles de los que encontramos de precio asequible, de momento suelen tener “botones” que suben y bajan los equipajes, los salarios bajos permiten tener bastante personal. La atención fue de gran amabilidad y disposición para hacernos sentir a gusto.

Paseando por la ciudad

Más tarde en una de las calles adyacentes dónde bares, restaurantes y cafés tenían puestas mesas en medio de las calles peatonales, tomamos una “comida-merienda-cena”, intentando pedir junto con los clásicos espagueti y ensaladas, algún plato de nombre misterioso para la sorpresa. A pesar del inicio de cansancio, decidimos luego pasear y acercarnos entre otros lugares al Parlamento, edificio faraónico que ocupa una parte inmensa de la ciudad y que supimos más tarde se edificó derribando muchas viviendas e iglesias antiguas. A todo mandatario dictatorial le gusta dejar su sello en la piedra. Una multitud de casetas ocupaban la plaza, ofreciendo comida, suvenir, productos artesanales y un dulce delicioso que se repetía en todos los lugares que visitamos el Cozonac [1], aunque su nombre suele cambiar en otros lugares y la elaboración del pastel también. Al día siguiente visitamos la ciudad, primero dando un paseo alrededor del hotel, y pudimos comprobar la gran religiosidad de la gente frente a las numerosas iglesias de rito ortodoxo. Acudió una guía, mayor y con una flor en el pelo, muy simpática aunque sus conocimientos fueran bastante limitados. Según nos contó estaba jubilada pero su pensión más bien escasa, necesitaba de una pequeña ayuda que le proporcionaba este empleo.