Acciones

Calahorra (La capital de la Rioja Baja)

De wikisenior

CALAHORRA

En una comunidad como la Rioja conocida por la denominación de origen de su vino, hablar de Calahorra es conocer una ciudad que aparte de bodegas para la elaboración de sus vinos cultiva la tierra para obtener de ella verduras y frutas. Sin embargo, hablar de Calahorra también implica conocer una historia multicultural donde la mezcla de tradiciones, ha forjado de un halo especial y único a sus gentes.


HISTORIA

LA EDAD ANTIGUA

Antes de pasar a formar parte del Imperio Romano, la ciudad vivió uno de los episodios más legendarios de su historia, la conocida a través de los siglos como la Fames Calagvrritana. Hacia el año 72 a.C., las tropas comandadas por Afranio, legado de Pompeyo, se encontraban apostadas frente a los muros de la ciudad con el fin de conquistarla rápidamente. Lo que los romanos no esperaban era que la resistencia calagurritana fuera tan fuerte y duradera. El asalto se alargó tanto en el tiempo que, ante la falta de víveres, los ciudadanos se vieron forzados a alimentarse de los muertos en combate. Cuando finalmente las tropas romanas entraron en la ciudad, los escritores de la época se encargaron de ensalzar la resistencia de la ciudad, la cual ha quedado simbolizada en La Matrona: una estatua de mujer ataviada con un yelmo y caracterizada por lucir como símbolos de la resistencia y el hambre un cuchillo en la mano derecha y un brazo humano en la izquierda


En tiempos del Imperio Romano, Calahorra gozó de una gran importancia estratégica en la península ibérica y llegó a ser considerada una de las urbes más influyentes de Hispania llegando a disfrutar de edificaciones tan representativas para los romanos como lo eran los circos, los acueductos, las termas y baños públicos. Un ejemplo de lo significativa que fue Calagvrris para los romanos reside en los honores que le concedieron Escipión El Africano (Publio Cornelio Escipión), Julio César y el sucesor de éste, César Augusto.

Por un lado, entre los siglos III y I a.C., Calahorra era conocida como Calagvrris Nassica Iulia. El sobrenombre de Nassica fue concedido por Escipión El Africano, quien le otorgó el apellido de su familia a la ciudad, mientras que el de Iulia fue otorgado por Julio César en agradecimiento al apoyo que recibió de los calagurritanos durante su campaña contra Pompeyo.

Por otro lado, en el siglo I a.C., César Augusto otorgó a Calagvrris el título de municipium romanorum, el cual suponía el tránsito de ciudad estipendiaria a la de municipio de derecho romano. Este honor supuso un importante paso adelante puesto que implicaba que los calagurritanos pasaban a ser miembros de la comunidad política romana.

Sin embargo, antes de pasar a formar parte del Imperio Romano, la ciudad vivió uno de los episodios más legendarios de su historia: la Fames Calagvrritana. Hacia el año 72 a.C., las tropas comandadas por Afranio, legado de Pompeyo, se encontraban apostadas frente a los muros de la ciudad con el fin de conquistarla rápidamente. Lo que los romanos no esperaban era que la resistencia calagurritana fuera tan fuerte y duradera. Así, el asalto se alargó tanto en el tiempo que, ante la falta de víveres, los ciudadanos se vieron forzados a alimentarse de los muertos en combate. Cuando finalmente las tropas romanas entraron en la ciudad, los escritores de la época se encargaron de ensalzar la resistencia de la ciudad, la cual ha quedado simbolizada en La Matrona: una estatua de mujer ataviada con un yelmo y caracterizada por lucir como símbolos de la resistencia y el hambre un cuchillo en la mano derecha y un brazo humano en la izquierda.

En el siglo I d.C., durante los reinados de Augusto y Tiberio, Calagvrris tuvo el privilegio de acuñar moneda para el Imperio. Todas las emisiones de monedas se hicieron en bronce: desde el as, la acuñación más frecuente, a la emisión de cuarto series de semises y una de cuadrantes. De este mismo siglo, cabe destacar la figura de un calagurritano ilustre como es Marco Fabio Quintiliano, conocido por sus Institutio Oratoria (Instituciones Oratorias), un tratado dedicado a la formación del perfecto orador y que presenta un programa educativo que progresa en diversos ámbitos como son la sabiduría, la elocuencia, la virtud y la bondad.

Del siglo II d.C. data uno de los monumentos más conocidos de Calagvurris, la denominada La Dama de Calahorra, una cabeza de mármol de veintiún centímetros y representa una de las piezas más importantes de entre todas las expuestas en el Museo de la Romanización de la ciudad. El principal rasgo característico de La Dama es una anécdota de cuando fue hallada por los arqueólogos, quienes inicialmente catalogaron la efigie como la representación de una mujer, aunque estudios posteriores de la misma concluyeron que se trataba de una figura masculina, creyéndose que se trataba del rostro de un efebo, de un héroe romano o del mismo dios Apolo.

A finales del siglo III d.C., poco antes de la promulgación sobre la libertad religiosa en todo el Imperio Romano, el cristianismo rinde culto a San Emeterio y San Celedonio, los conocidos popularmente como Los Santos Mártires de Calahorra. Cuenta la leyenda que ambos santos eran dos hermanos nacidos en Calahorra que formaban parte de la Legión VII Gemina acampada en Lancia (actual Villasabariego, provincia de León) y que ante la negativa a renunciar a su fe cristiana con objeto de reconocer al Emperador Diocleciano como único y verdadero dios, fueron encarcelados, torturados y decapitados en su ciudad natal, a orillas del río Cidacos.

Tras el martirio sufrido por Los Santos Mártires, las historias sobre sus milagros comenzaron a formar parte de la tradición popular, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días como la que, por ejemplo, relata el viaje recorrido por las decapitadas cabezas de San Emeterio y San Celedonio desde el Cidacos, pasando por el Ebro hasta llegar al Mediterráneo, donde, una vez en mar abierto, atravesaron el estrecho de Gibraltar y viajaron hacia el norte por el océano Atlántico al mar Cantábrico hasta arribar al puerto de Santander, ciudad de la que también son patronos.

Siguiendo con la relación entre el cristianismo y el Imperio Romano, a mediados del siglo IV destaca Aurelio Prudencio (Marcus Aurelius Prudentius Clemens), conocido como el Príncipe de los Poetas Cristianos al ser uno de los más grandes y prolíficos escritores de su tiempo. Así, de entre los más de veinte mil versos escritos por Aurelio Prudencio e inspirados en la Biblia, su obra más famosa Psychomachia, un poema alegórico que simboliza el combate por el alma humana, entre las virtudes y los vicios.

Por último, la decadencia del Imperio Romano de occidente contagió también a la ciudad, la cual cayó a manos de los visigodos a finales del siglo V d.C. para vivir, durante trescientos años, un tiempo completamente opuesto al que se había vivido hasta la fecha en Calahorra.