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Naranjas: cuando no existía el puerto en Burriana

De wikisenior


EN UN PRINCIPIO, CUANDO AUN NO EXISTÍA EL PUERTO EN BURRIANA ....

UNA HISTORIA REAL CONTADA POR UNO DE LOS PROTAGONISTAS

INTRODUCCIÓN

Esta semana he ido al entierro de D. José Piquer Fandos. Ha muerto un hombre bueno, un hombre trabajador, sencillo, honesto, amante de su familia, que un día me contó un trozo de su vida que me conmovió y hoy quiero reproducir aquí, para que vosotros también la conozcais y valoremos todos, que lo que disfrutamos hoy no está puesto ahí desde siempre y ha salido de "la nada". Sea este mi homenaje al señor Pepe.

“ Si Burriana es lo que es y está donde está, se lo debe a la naranja”. Esta frase se la oí decir a un buen amigo mío y desde luego la suscribo totalmente. Es más, difícil sería encontrar en mi ciudad una familia que, de una u otra manera, no tuviera relación con la naranja, su cultivo o comercialización.

LA NARANJA: CULTIVO Y EXPORTACIÓN

Pero la historia viene de atrás. A mediados del siglo XIX un nuevo cultivo, los cítricos, comienzan a desplazar a los tradicionales de vid, morera, cereales, etc. al comprobar la facilidad con la que se vendían a las embarcaciones que fondeaban en la playa del Grao para la carga de los productos tradicionales con destino, generalmente, a puertos del sur de Francia. Esta buena rentabilidad de la naranja hizo que se difundiera con rapidez su cultivo, hasta el punto que en el año 1840 se contabilizaran ya unos 400 huertos en el término de Burriana y a principios del siglo XX su cultivo ocupara el 85 % de la superficie total.

Ello dio lugar a que las plantaciones crecieran de una forma exponencial, ya que si en la campaña 1879-80 salían de Burriana, vía marítima, casi 25.000 Tm. de naranjas, veinte años después se exportaban ya de 80.000 a 100.000 Tm., lo que representaba de un 20 a un 30 % del volumen total de los cítricos exportados por España. A principios de siglo la media de barcos que atracaban frente a la costa burrianense se acercaba a los 300, descendiendo esta cifra los años siguientes, como consecuencia de la I Guerra Mundial, recuperándose de nuevo en la década de los años 20 y llegando a fondear alrededor de 400 buques a partir de 1930.

Bueyes, barcazas y hombres: un portentoso esfuerzo para llevar "la fruita daurada" a bordo de los buques que esperan mar adentro

Todos hemos visto en alguna ocasión fotografías de la época, que ilustran los trabajos de carga de esos buques desde la playa del Grao de Burriana y estoy seguro que el lector habrá tenido mis mismas sensaciones acerca del esfuerzo, laboriosidad y grandes dificultades que sufrían las personas que realizaban esas labores, sólo comparables a las más duras que el hombre pueda realizar. No me resisto a transcribir literalmente la descripción que el escritor norteamericano James Michener, que llegó frente a nuestras costas en un barco que precisamente venía a embarcar cajas de naranjas, hizo de lo que veían sus ojos:

IMPRESIONES DEL ESCRITOR NORTEAMERICANO

“Puesto que el pueblecito agrícola de Burriana no tenía puerto para proteger la costa, tampoco había escollera; las olas de tormenta que penetraban desde el Este, destruían periódicamente todo intento de mantener una especie de muelle, por tanto, las enormes barcazas que transportaban las naranjas al carguero tenían que ser cargadas en tierra...Obviamente, cuando las barcazas estaban llenas había que volver a arrastrarlas al agua, ponerlas a flote, para que alcanzaran nuestro barco. Para lograrlo tenían reatas de bueyes habituados al agua salada y, ahora, esas enormes bestias trabajaban en el mar enseñando a menudo tan solo los ojos y los cuernos arrimados a la barcaza mientras los hombres amarraban cadenas a sus arneses. Después, entre azotes y juramentos, las grandes bestias tiraban mientras los de tierra empujaban la barcaza.Lentamente y entre gritos los bueyes que nadaban unos junto a otros y los hombres conseguían que la barcaza se pusiera en movimiento. Los enormes bueyes se adentraban más y más en el mar, de modo que los hombres que los conducían debían mantenerse a flote agarrados a los cuernos de los bueyes y de esta forma las naranjas eran trasladadas a nuestro barco”. Parte de esta transcripción puede verse hoy en un lateral del antiguo edificio llamado “la farola”, por disponer de un faro que ayudaba a ubicar a los buques en la situación de embarque, hoy reconvertido en el ambulatorio sanitario del Grao de Burriana, en una placa que se tuvo el acierto de colocar no hace muchos años y recuerda las palabras de Mr. Michener en referencia a los esforzados trabajadores que llevaban a cabo la carga de los buques. Como digo, siempre me ha impresionado este episodio de la vida de mi ciudad y el azar me ha llevado a conocer no sé si al único, pero desde luego a uno de los pocos hombres que aún perduran y que se dedicaron a esos menesteres. Es el padre de mis buenos amigos María Amparo Piquer y Miguel Gimeno, que me facilitaron la entrevista. Se trata de D. José Piquer Fandos. Creo que es una ocasión única para bucear en la memoria de este hombre, de tal forma que su testimonio sea a la vez homenaje a esa generación de burrianenses que supieron impulsar y hacer grande la historia y la economía de nuestra ciudad y sirva de enseñanza y recordatorio para las generaciones que no lo conocieron.

EL HOMBRE QUE ME CONTÓ LA HISTORIA

Con José recorrimos aquellos lugares, empezando por alguno de los más de 300 almacenes, que en algún momento existían en Burriana, para proseguir por el camino que seguían los carros en su desplazamiento hasta la playa y acabando en el Grao, frente a la amplia playa abierta a nuestro hermoso y azul Mediterráneo, donde los vapores esperaban la preciada carga de naranjas, “la fruita daurada”, para trasladarlas a los puertos ingleses, franceses, alemanes, etc.

José nació el día 12 de Agosto de 1.920, tiene ya muchos años, pero cuenta con una memoria excelente y unos recuerdos muy vivos de aquella época. Nos comienza relatando los tipos de cajas de confección: les “mitches” y les “caixes grans”, capaces de contener “hasta un miller de taronges” y pesaban más de 100 kilos, mientras que las normales “sólo” pesaban unos 50.

D. José Piquer frente a la playa del Grao de Burriana

Le pedimos a José que nos recuerde un poco cómo era el trabajo en los almacenes de confección y nos habla de que en ellos no había más que una máquina calibradora que separaba los frutos por medio de dos cuerdas o correas divergentes, precedida por una balsa (“caldera”) con agua caliente y algún producto para lavarlos, de donde eran sacados por una noria que los depositaba en cepillos sobre los que caía serrín para su secado. Del calibrado pasaban a unas mujeres, las triadoras, que hacían su trabajo sentadas sobre paja y los seleccionaban por su calidad. Además de triadoras, en el almacén también había empapeladoras y encajadoras. La confección era sólo de un tipo: todo encajado.

En la época de la que estamos hablando, a mediados de los 30 del pasado siglo, nos comenta que los salarios más frecuentes eran de “14 quinzets” (3’50 pesetas) para las encajadoras y 3 pesetas las empapeladoras. En la recolección los cogedores percibían de 4 a 6 pesetas, el montador y el tapador de cajas, 7 pesetas y el “cap de fustería”, 8 pesetas diarias. Los carreteros cobraban según los capazos transportados. A continuación abordamos el tema del transporte de las cajas hasta el embarque y nos dice que el trayecto que seguían los carros era la actual carretera del Grao, con una salvedad, que fue cuando se adoquinó y hubo que variar el recorrido, que se hizo por el “Camí de Les Salines” y el del “Clot de la Mare de Deu”. Llegados al Grao se descargaban las cajas en almacenes, situados en la primera línea de la playa y que eran utilizados por varios exportadores simultáneamente, que delegaban en unos trabajadores llamados “caballeters” o “factors”. También existía la “estacioneta” del conocido trenet de vía estrecha popularmente conocido como “la Panderola” en el llamado “ Tinglado de Cañá ”, que transportaba cajas de comerciantes de Almazora y Villarreal, que además de emplear carros, como Burriana, también empleaba este medio de transporte. Los carros, como hemos visto en alguna fotografía, eran sorprendentemente grandes. En el “soto”, que iba tan sólo a unos 30 cm. del suelo se cargaban dos “tongaes” de cajas. En su conjunto el carro podía transportar 60, 70 y hasta 80 cajas de naranjas. Era tirado por dos y hasta tres caballos, en ocasiones. Un personaje conocido en estos menesteres era “Maicalles” que tenía los carros más grandes. Cada carro solía hacer 4 viajes diarios. Después de la guerra, a partir de los años 40 comienza a usarse, cada vez con mayor frecuencia, el transporte con camiones.

EL EMBARQUE DE LAS CAJAS DE NARANJAS

Llegadas las cajas al Grao empiezan las faenas verdaderamente duras por lo que observamos en José, ya que él formaba parte de este colectivo, unas sensaciones y unos recuerdos muy vivos de aquella época. Nos dice que la recepción de las cajas en el Grao era cosa, como ya nos ha comentado, de “els factors”, que las recibían de varios comerciantes, pudiendo haber en un mismo almacén varios “factors” simultáneamente, dirigiéndose los carros al almacén donde estaba el “factor” que atendía y recibía las cajas de su comerciante respectivo. El personal se organizaba en “colles” y cada factor disponía de 2 ó 3 descargadores (colla) para recibir los carros y descargar las cajas. Asimismo cada “factor” tenía asignadas unas barcazas o lanchas para llevar las cajas al barco de destino. A su vez todo el conjunto de personas se reagrupaba en los llamados “trossos” que trabajaban para un factor determinado que los había contratado previamente. Cada “trosso” estaba compuesto por 20 a 25 trabajadores. Para una mayor claridad podríamos asimilar “colla” al grupo de trabajadores que descargaban las cajas de los carros, mientras que “trossos” eran los que cargan las lanchas e iban a bordo a estibar las cajas en las bodegas de los barcos. Las barcazas o lanchas cargaban de 60 a 100 cajas, según tipo de lancha. Las que se cargaban en el Grao eran las pequeñas, de 60 cajas, mientras que las que se cargaban en el puerto, cuando se inicia su construcción, pueden cargar hasta 100 cajas. La lancha se cargaba varada en la orilla, siendo arrastrada hacia el mar por una yunta de un par, a veces hasta tres, bueyes deslizándose sobre “pals” hasta que flotaban. Dentro del agua había 3 ó 4 hombres recibiendo la lancha cuando ya flotaba y desenganchando la yunta de bueyes. Estos bueyes eran propiedad, en ocasiones, de personas provenientes de la comarca de la Ribera de Valencia. Recuerda nuestro entrevistado al Sr. Salvador, “el bouero”, Pepe el de Alberic, el Ratat de Castelló, etc. Era un trabajo muy duro, pero sorprendentemente pese al agua y al frío, nos sigue comentado José, no eran frecuentes, como en principio pudiera pensarse, las enfermedades, llamémosles profesionales. Estos hombres, en contacto permanente con el agua eran los llamados “bañaors” y eran designados según una lista que confeccionaba el “trosso”, quien decidía los hombres que en esa jornada iban a trabajar a bordo de los barcos o en tierra, en definitiva quien distribuía los trabajos. Es una especie de encargado. Otra modalidad de carga la constituía la llamada “cárrega en surá”, que consistía en entrar con la caja de naranjas al hombro y depositarla en la lancha, cuando las condiciones de mar o de la playa así lo permitían, pero en otras ocasiones no se podía trabajar, cuando las condiciones del mar o del viento lo impedían o dificultaban grandemente. Para ayudarse a varar y desatracar las barcazas se utilizaban “els tops” y “els homes morts”. El top es un ancla fondeada en el mar que con su cabo entrando por la proa de la barcaza permitía tirar de ella para desatracarla hasta que flotaba y hacerla adentrarse en el mar, pudiendo iniciar ya su avance mediante los remos y continuar su desplazamiento hasta el barco de destino. Los barqueros tiraban de la cuerda del top y “els bañaors” empujaban desde el agua hasta que la barcaza quedaba liberada del fondo y flotando. Los barqueros empuñaban los remos y la llevaban hasta el barco. El “home mort” era un hierro colgado en tierra donde se engancha “el bosell”, que es una polea que une el “home mort” con la barcaza y al multiplicar la fuerza, permitía sacarla o vararla en la playa.

TRABAJADORES Y SALARIOS

Los salarios que cobraban estos trabajadores eran lógicamente más elevados, prácticamente el doble, que los cogedores de naranjas. Si en la recolección se cobraban 6 pesetas de jornal, los trabajos de carga de barcazas se pagaban de 10 y hasta 15 pesetas. Otro detalle curioso es que estos trabajos se “heredaban”, es decir, solían pasar de padres a hijos. Cuando se terminaba la temporada de la naranja unos trabajadores se dedicaban a las faenas del cultivo de los huertos, mientras que otros eran pescadores, que con su propia embarcación se dedicaban a la pesca.

Cuadro de Antonio Marco que retrata el embarque de naranjas en el Grao de Burriana. Caja Rural S. José de Burriana

Evidentemente mucho más se podría escribir sobre este tema, detrás del cual hay toda una página llena de historias personales, vivencias, esfuerzos y también sufrimientos que conformaron lo que día a día ha sido y es la Burriana citrícola. Estas líneas no pretenden ser otra cosa que un recordatorio de la época y de los hombres que la vivieron y dejaron su impronta en el comercio de Burriana. En D. José Piquer Fandos queremos testimoniar nuestro reconocimiento a esa obra y agradecer su aportación a estas líneas. Tampoco estaría de más el recordar a estos hombres con algún monumento alusivo en alguna de las plazas que hay en nuestra ciudad. No podía tener mejor final este artículo que la noticia que me ha llegado de que la Caja Rural San Josep de Burriana había adquirido un cuadro del reconocido pintor de Alqueríes del Niño Perdido, Antonio Marco, que retrata la realidad de lo que han pretendido reflejar estas líneas y que en sus propias palabras nos dice : “El hombre y sus circunstancias y sentimientos, son la base de las vivencias que motivan mi obra”. Con ello la Caja Rural muestra una doble sensibilidad: hacia esos hombres que con su trabajo y esfuerzo escribieron una página importante de nuestra historia y hacia los artistas locales y de nuestro entorno, cuya obra debe figurar en sus locales.